Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

miércoles, 29 de febrero de 2012

SEMILLITAS PARA EL CAMINO DE LA CUARESMA

      

1. Escuchar al compañero y conocer un poco más su vida.  
   ¿Menos palabras y más silencio?
 
 2.Comunicarnos con las otras personas para que también nosotros seamos conocidos
 
3.Atender la Palabra del Señor para saber lo que quiere de cada uno de nosotros
 
4. Hablarle al Señor teniendo como recuerdo su Palabra ¿La escuchamos?

5. Hacer el bien de palabra.
  ¿Cuánto tiempo hace que no has dicho algo bonito a alguien?
 
6. Hacer el bien de obra. 
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que no has hecho una buena obra con una persona?
 
7. Hacer el bien con el pensamiento.
   ¿Qué cosas pasan por tu mente respecto a los demás? 

 hoy...
8. Hacer el bien con los pequeños detalles.
    Adelantarse en las pequeñas cosas cuesta poco y vale mucho
 
...  

P.Javier Leoz
http://revistaecclesia.com/content/view/32970/1/




Bendiciones!!!

martes, 28 de febrero de 2012

Decálogo Cuaresmal

 El tiempo de Cuaresma es un momento de especial preparación interior este decálogo cuaresmal que puede ser una buena guía para cumplir con este propósito 

1. Romperás de una vez por todas con lo que tú bien sabes que Dios no quiere, aunque te agrade mucho, aunque te cueste “horrores” dejarlo. Lo arrancarás sin compasión como un cáncer que te está matando. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mc 8, 36)

2. Compartirás tu pan con el hambriento, tus ropas con el desnudo, tus palabras con el que vive en soledad, tu tiempo y consuelo con el que sufre en el cuerpo o en el alma, tu sonrisa con el triste, tu caridad con TODOS. Examinarás esto con cuidado cada noche. "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40)

3. Dedicarás un buen tiempo todos los días para estar a solas con Dios, para hablar con Él de corazón a Corazón. Será un tiempo de agradecer, de pedir perdón, de alabarle y adorarle, de suplicar por la salvación de TODOS. Este tiempo no es negociable. “Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios.” (Lc 6, 12)

4. Confiarás en Dios a pesar de tus pecados y miserias. Creerás que Dios es más fuerte que todo el mal del mundo. No permitirás que ni dolor, ni pesar alguno, ni “tu negra suerte”, ni las injusticias y traiciones sufridas te hagan dudar ni por un momento del amor infinito que Dios te tiene. Él ha muerto en cruz para salvarte de tus pecados. “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.” (Sal 23, 4)

5. Mirarás sólo a Dios y a tus hermanos. Mirarte tanto te hace daño, porque te envaneces viendo los dones que nos son tuyos o te desalientas viendo sin humildad tus miserias. Mira a Jesús y habrá paz en tu corazón. Mira las necesidades de tus hermanos y ya no tendrás tiempo de pensar en ti; te harás más humana, más cristiana. “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.” (Col 3, 1-2)

6. Ayunarás de palabras vanas: serás benedicente. Ayunarás de malos pensamientos: serás pura de corazón. Ayunarás de acciones egoístas: serás una mujer para los demás. Ayunarás de toda hipocresía: serás veraz. Ayunarás de lo superfluo: serás pobre de espíritu. “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58, 6)

7. Perdonarás una y mil veces a quien te ha herido, con causa o sin ella, justa o injustamente, esté arrepentido o no. Un perdón que no será sólo tolerar o soportar sino que ha de brotar del amor sincero y sobrenatural. Los perdonarás uno por uno, primero en tu corazón y luego, si te es posible, también con tus palabras. No permitirás que el rencor ni el resentimiento envenenen tu corazón. “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)

8. Ofrecerás sacrificios agradables al Señor. Los harás en silencio, sin que nadie se dé cuenta. Buscarás con ello reparar por tus pecados y los de TODOS los hombres. Querrás con ello desprenderte de las cosas materiales, que tanto te agradan, para poder hacerte más libre y ser una mujer para Dios. Pero sobre todo ejercerás el sacrificio de vivir con perfección la caridad en todo momento con TODOS tus hermanos. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios.” (Heb 13, 16)

9. Amarás la humildad y procurarás vivirla de la siguiente manera: reconocerás tus pecados; considerarás a los demás mejores que tú; agradecerás las humillaciones sin dejarte arrastrar por el amor propio; no buscarás los honores, ni los puestos, ni el poder, ni la fama, que todo eso es de Dios; te harás servidora de todos. “el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos”. (Mc 10, 43-44)

10. Anunciarás a los hombres la verdad del Evangelio. Les dirás sin temor que Dios los ama, que se ha hecho hombre por ellos y ha muerto en la cruz para salvarlos. Les mostrarás que sólo Él los puede hacer plenamente felices. Les harás ver que la vida que tiene su origen en Dios, es muy corta, se pasa rápido y que Dios es su destino final; vivir por Dios, con Dios y en Dios es lo sensato y seguro. “Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» “ (Mc 16, 15)

 Autor: Pedro Castañera
http://es.catholic.net/laicos/466/991/articulo.php?id=40935

lunes, 27 de febrero de 2012

PARA VIVIR LA CUARESMA

Para no perder el rumbo esta Cuaresma, encontrarás a continuación 21 sencillas recomendaciones: 

 1. Procura ser amable con las personas con quienes convives.
2. Haz un esfuerzo por dialogar en familia sobre aquellos asuntos que convienen al   
    espíritu familiar.
3. Sé atento con tus semejantes. Y si conduces, hazlo cristianamente.
4. Recorta las horas de televisión y el tiempo dedicado a las redes sociales de Internet. 
    En cambio, amplía las de reflexión y oración.
5. Haz alguna lectura que te ayude a profundizar tu fe.
6. Controla tus apetitos: dulces, refrescos, tabaco, alcohol y sé más libre.
7. Dedica algún tiempo diario a la lectura de la Palabra de Dios.
8. Lucha contra el malhumor y la tristeza. Saborea lo bello de la vida.
9. Presta mayor atención a las personas que a las cosas. En especial, quienes más lo 
    necesitan: ancianos, enfermos, necesitados. Trátalos con cariño.
10. Comparte tu dinero un poco más con otros que tienen menos, a costa de caprichos, 
    chucherías, aperitivos,  etc.
11. Mejora en el trabajo, consciente de tu ideal cristiano.
12. Cuida la naturaleza como don de Dios, evitando todo desorden.
13. Evita la crítica negativa, viendo y hablando de lo positivo que puedes descubrir en 
     cada semejante.
14. Disminuye el consumo de alcohol y si alguien cercano se excede, ayúdale a 
      planteárselo e intentar superar el vicio.
15. Fomenta la paz a tu alrededor. Prescinde de enfados, violencias, malos modales, 
     groserías, insultos, etc.
16. Participa más en los actos y celebraciones de la Comunidad y de los Sacramentos.
17. Di la verdad. Habla claro, sin hipocresías ni mentiras.
18. Intenta hacer felices a los tuyos, con tus detalles y cariños.
19. Reduce tu tiempo de uso del teléfono móvil y minimiza el envío de mensajes SMS. 
     Utiliza menos tu netbook y tu Ipad.
20. Haz un propósito concreto, signo principal de tu ejercicio cuaresmal, de tu primera 
     atención; y participa en todas las celebraciones de Cuaresma y Pascua.
21. Realiza un retiro Cuaresmal. Ponte en silencio para meditar delante del Señor y 
     pregúntale qué es lo que quiere de ti, qué es lo que espera de ti en tus circunstancias 
     actuales.


webcatolicodejavier.org
BENDICIONES AMIGOS!!!

domingo, 26 de febrero de 2012

Quisiera convertirme, Señor



De la tibieza de mi vida:
digo creer en Ti no siempre vivo en Ti y contigo.
Hablo y frecuentemente son palabras sin sentido,
que no vienen desde Ti y, muchas veces, no son para Ti.
 
Quisiera convertirme, Señor.
De mis falsas seguridades:
espero en Ti pero me fío de mis propias fuerzas,
no siempre te sirvo en lo que hago,
y, algunas veces, soy yo el que me busco en todo ello.
 
Quisiera convertirme, Señor.
De mi mis soledades y angustias,
por haberme alejado del costado de tu compañía.
Porque, uno de mis pecados, es mi deseo de ser libre.
Libre sin más barreras que mi propia libertad.
Libre sin más condicionantes que mi propia moral.
Libre sin más dignidad que todo lo que considero bueno para mí.
 
Quisiera convertirme, Señor.
De mi incomunicación con todo lo divino.
Mi oración, rápida, rutinaria y distraída.
Mi caridad, oportunista, vanidosa y selectiva.
Mi vida, fácil, consumista y sin brújula cristiana.
Mis caminos, tortuosos y estériles, placenteros y a la carta.
 
Quisiera convertirme, Señor.
Desde mi corazón, para que Tú, lo hagas tuyo.
Desde mi alma, para que en ella, Tú tengas la mejor parte.
Desde mis entrañas, para que por ellas,
salga a la luz que sólo Tú, y solo Tú,
eres quien reina en mi vida.
 
Quisiera convertirme, Señor.
Ayúdame, Señor, a buscarte en el silencio.
Ayúdame, Señor, a descubrirte en el necesitado.
Ayúdame, Señor, a contemplarte en las maravillas del mundo.
Ayúdame, Señor, a no perderme en las excusas de cada día,
en los senderos fáciles y de bajo precio.
Sólo Tú, Señor, tienes palabras de Vida Eterna.
Sólo Tú, Señor, eres capaz de darme fuerzas,
para vencer y salir victorioso de la tentación de cada jornada.
Amén.
 
P. Javier Leoz


 http://www.celebrandolavida.com

sábado, 25 de febrero de 2012

Un Mensaje de Amor

"El que no se hace como niño, no entra en el Reino de los Cielos"
(Mateo 18, 3).
 

 
11-09-95

F. Madre, Jesús dice que amar es darse.
Pero cuando yo quise "darme" (y sabés bien cuándo fue) me patearon,
¿entonces?

M. Entonces hay que perdonar y amar.

F. Gracias Madre porque Tu Amor me ayudó a perdonar y a amar más que antes. Igualmente, ese rechazo dejó una herida muy grande en mi corazón.

M. Pero ahora estoy llenando tu vida con otra clase de amistades, que no te perjudican, ni te alejan de Dios.

27-12-00
“Quiero que Mi mensaje se publique “todos los días”.
Es el alimento para Mis hijos. No temas al que dirán.
Yo sabré llegar a las almas.

Yo te hablo, al corazón, también a ellos quiero hablarles al corazón.”


 DéjateAmar
Fabiana Corraro de Meana

Un Mensaje de Amor

"J. Te quieres escapar de Mí y sin embargo siempre te encuentro.
¿Crees que te abandonaría?
" 18-09-96

Conservación.


Mensaje diario sobre la oración 



“Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza.”
(Diario #146 – Santa Faustina Kowalska) 

Comentario: 

Si estamos y vivimos en gracia de Dios, esto es un don de Dios, porque solos no podemos decir ni siquiera que Cristo es el Señor. Entonces sepamos que si tenemos la gracia de no cometer ya pecados graves y vivimos en amistad con Dios, ésta es una gracia del Señor, y Él la da a quien se la pide en la oración.
Por eso si dejamos de rezar, pronto estaremos enfangados y volveremos al lodo de donde, tal vez, hemos salido.
Para no retroceder en la vida espiritual, y avanzar siempre, es que tenemos la necesidad de rezar siempre. Porque hay que saber que en la vida espiritual o se avanza o se retrocede, pero nunca uno queda en el mismo lugar del camino.
Tratemos de rezar mucho, para ir avanzando en la santidad y alejarnos cada vez más del sendero que lleva al Infierno.
Nunca nos creamos que ya hemos llegado a la perfección y que podemos estar tranquilos, porque esta tibieza y falta de vigilancia y oración, nos puede llevar a caer en los pecados más graves, ya que el demonio es muy astuto, y cuando parece que no nos molesta ya, es cuando está preparando una emboscada para hacernos caer de improviso.
Esto lo podremos evitar si somos vigilantes y oramos siempre, en todo tiempo, con perseverancia.


Fuente:santisimavirgen.com.ar

viernes, 24 de febrero de 2012

La sal de la mortificación


San Josemaría aconsejaba algo que vivía en primera persona: poner "una cruz en cada plato", es decir, mortificarse en todas las comidas: espaciando el beber agua, por ejemplo, y no haciendo comentarios sobre los alimentos. Tomaba un poco menos de lo que le apetecía o un poco más de lo que no le gustaba tanto...

Pon, entre los ingredientes de la comida, "el riquísimo" de la mortificación.
Forja, 783


Te doy dos razones
Desde todos los puntos de vista, es de una importancia extraordinaria la mortificación.

—Por razones humanas, pues el que no sabe dominarse a sí mismo jamás influirá positivamente en los demás, y el ambiente le vencerá, en cuanto halague sus gustos personales: será un hombre sin energía, incapaz de un esfuerzo grande cuando sea necesario.

—Por razones divinas: ¿no te parece justo que, con estos pequeños actos, demostremos nuestro amor y acatamiento al que todo lo dio por nosotros?

Y una tercera...
La templanza es señorío. No todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. Resulta más cómodo dejarse arrastrar por los impulsos que llaman naturales; pero al final de ese camino se encuentra la tristeza, el aislamiento en la propia miseria.

Algunos no desean negar nada al estómago, a los ojos, a las manos; se niegan a escuchar a quien aconseje vivir una vida limpia (...) La vida recobra entonces los matices que la destemplanza difumina; se está en condiciones de preocuparse de los demás, de compartir lo propio con todos, de dedicarse a tareas grandes. La templanza cría al alma sobria, modesta, comprensiva; le facilita un natural recato que es siempre atractivo, porque se nota en la conducta el señorío de la inteligencia. La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay mucha más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica de sí mismo, para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata.
Amigos de Dios, 84

Otro motivo para al mismo esfuerzo
Os basta echar una mirada a vuestro alrededor. Fijaos a cuántos sacrificios se someten de buena o de mala gana, ellos y ellas, por cuidar el cuerpo, por defender la salud, por conseguir la estimación ajena... ¿No seremos nosotros capaces de removernos ante ese inmenso amor de Dios tan mal correspondido por la humanidad, mortificando lo que haya de ser mortificado, para que nuestra mente y nuestro corazón vivan más pendientes del Señor?

Se ha trastocado de tal forma el sentido cristiano en muchas conciencias que, al hablar de mortificación y de penitencia, se piensa sólo en esos grandes ayunos y cilicios que se mencionan en los admirables relatos de algunas biografías de santos. Al iniciar esta meditación, hemos sentado la premisa evidente de que hemos de imitar a Jesucristo, como modelo de conducta. Ciertamente, preparó el comienzo de su predicación retirándose al desierto, para ayunar durante cuarenta días y cuarenta noches, pero antes y después practicó la virtud de la templanza con tanta naturalidad, que sus enemigos aprovecharon para tacharle calumniosamente de hombre voraz y bebedor, amigo de publicanos y gentes de mala vida.

La tragedia de la mantequilla
Leíamos —tú y yo— la vida heroicamente vulgar de aquel hombre de Dios. —Y le vimos luchar, durante meses y años (¡qué «contabilidad», la de su examen particular!), a la hora del desayuno: hoy vencía, mañana era vencido... Apuntaba: «no tomé mantequilla..., ¡tomé mantequilla!» Ojalá también vivamos —tú y yo— nuestra..., «tragedia»
de la mantequilla.
Camino, 205 Conocer la historia de este punto de Camino
 
 
 http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/opus-dei-san-josemaria-ayuno

jueves, 23 de febrero de 2012

La santidad no ha pasado de moda

La santidad no es algo del siglo pasado,es una necesidad actual. Todos podemos ser santos.


Nos acercamos a la celebración de la Cuaresma, que cada año nos brinda la oportunidad de purificar nuestra alma para llegar bien dispuestos a celebrar los misterios de nuestra redención en la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En esta ocasión quisiera comentar uno de los frutos de una buena vivencia de la Cuaresma, y en definitiva, de una consciente vivencia de nuestra vida cristiana. Se trata de la santidad, un tema al que no estamos acostumbrados porque tenemos ciertos prejuicios o porque se nos habla poco del mismo.

En la actualidad, los medios de comunicación han cobrado una importancia muy grande. Son un factor de notable importancia y con una influencia inmensa en la vida de las personas. Pero la dirección en la que se están dirigiendo es hacia un materialismo y hedonismo aplastantes. No podemos negar que las cosas materiales son importantes para desarrollar nuestra vida de modo normal y cubrir nuestras necesidades, pero no son lo único que existe, aunque parezca que sí porque así nos lo están queriendo hacer creer. ¿A qué voy con todo esto? A decir que estamos dejando caer en el olvido la realidad de que tenemos un alma que también hay que cuidar. Siguiendo la misma acción de los medios de comunicación, quisiera hacer la promoción de algo que todos necesitamos y que debemos adquirir.

I. Los santos han adquirido esta característica vital en sus vidas. Se trata de un modo de vida, de un estilo en el que el centro de todo es Dios. En términos comerciales, vamos a decir que hay una gran oferta y una creciente demanda de este producto. Respondamos primero algunas preguntas que vienen al caso.

- ¿Dios quiere que nosotros seamos felices? Sí, Dios no puede querer otra cosa.
- ¿Dios quiere que nosotros nos realicemos en nuestra vida? Sí, de hecho, es uno de nuestros fines.
- ¿Dios quiere que vivamos una vida recta dentro de sus leyes? ¡Claro! Por eso nos ha dado unos mandamientos para ayudarnos a vivir rectamente nuestra condición de seres humanos conscientes de su dignidad de personas.
- ¿Dios quiere que vivamos en un mundo donde reine la concordia, la comprensión, la paz, la caridad y demás virtudes? ¡Claro que quiere!

Entonces, ¿qué pasa? Algo sucede. ¿Por qué varias cosas de estas no las podemos conseguir, al menos no tan fácilmente? Tal vez porque no estamos siguiendo el procedimiento correcto para obtenerlo.

II. Veamos cómo hay personas que sí lo han logrado. Les presento a una lista de personajes famosos que han logrado cuanto hemos enumerado anteriormente: Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Faustina Kowalska, Margarita María de Alacocque, Pío de Pietrelcina, Juan Bosco, Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe, Isabel de Hungría, Juana Beretta, Juan Pablo II. Sé que los conocen a todos, a unos más cercanos que otros, pero los conocen. Sí, ellos han sido felices, se han realizado, han vivido una vida con Dios, han tenido éxito y han triunfado en la vida.

Pero no hay que creer que ser feliz es igual a no tener problemas. ¡Claro que no! Ellos fueron felices a pesar de sus problemas, se realizaron a pesar de sus defectos, triunfaron a pesar de las dificultades de la vida; pero sobre todo, fueron fieles a Dios, a pesar de sus pecados, porque fueron humildes al reconocer que solos no podían luchar contra sus defectos e inclinaciones al mal, pero con Dios, todo lo podían, y de hecho, lo lograron. Y si ellos pudieron, ¿también nosotros podemos ser santos? ¡Claro, Dios no pone imposibles! La santidad no es cosa de curas y monjas, la santidad es cosa de todos, y como bautizados, es un deber. ¿Y de qué se trata entonces todo esta vida de éxitos?

III. Se trata de la santidad. Claro, como dijimos al inicio, podríamos tener varios prejuicios: es difícil, es para pocos, es costoso, te hace apocado, te saca de la realidad, y un largo etc., etc., etc. ¡No, no piensen así, por favor! La santidad es para todos. Lo que pasa es que tenemos muchos interesados en que no seamos santos. El primero es Satanás, luego el mundo cuando no tiene a Dios, y también nosotros mismos cuando nos movemos por intereses personales, por el pecado y por el placer desmedido. Varios santos, como San Francisco de Sales (que celebramos el mes pasado), fueron precisamente predicadores de la santidad al alcance de todos.

Los santos también tenían sus defectos, muchos sintieron la pereza, la ira, el miedo, las tentaciones contra la castidad, contra la humildad, y mucho más. Pero hubo un momento en el que se decidieron a dejar esa vida en la que se agradaban a ellos mismos y pasaron a agradar a Dios. En ese momento la oración pasó a ser como el alimento que diariamente comían; la bondad y caridad para con los demás pasó a ser como el aire que todos los días respiraban; la aceptación de las cruces pasó a ser como la ropa que todos los días vestían.

¡Tú puedes ser santo, tú puedes ser santa! No tienes que hacer nada especial, sólo déjate guiar por Dios, búscalo, ámalo, y déjate amar. Vive tu vida normal, pero ofrece todo a Dios. Si duermes, ofrécelo a Dios; si comes, ríes, cantas o trabajas, hazlo con Dios y por Él; si eres feliz o tienes dificultades, acércate a Él, pues te dará lo que buscas. Claro, no creas que será fácil, como nada en esta vida es fácil (dímelo tú que sabes lo costoso que es tratar de ser bueno en esta vida), pero ¿quieres hacer la prueba? ¡Te aseguro que nunca te arrepentirás!

Tenemos a María, a Jesús y los santos. Pidámosles que nos ayuden a iniciar decididos este camino de santidad. Acerquémonos más a la oración, a la Eucaristía, a la confesión. La Cuaresma es un tiempo propicio para convertirnos nuevamente a Dios y vivir de acuerdo a lo que Él nos pide por medio de sus leyes, de la Iglesia, de los sacerdotes fieles y entregados a sus almas, por medio de gente buena que vive una vida ejemplar. La santidad no ha pasado de moda. Sigue habiendo santos, lo que pasa es que la verdadera santidad está vestida de humildad y va adornada del silencio y sencillez, virtudes que agradan mucho a Dios. Tal vez estemos en medio de santos y no nos damos cuenta. Pero esto no lo determinamos nosotros, lo hará Dios y lo determinará hasta el final de nuestra vida. El camino de la santidad lo comenzamos nosotros, pero lo termina Dios por nosotros y con nosotros. Sólo los santos, los que aman a Cristo, son capaces de hacer algo por Él, por la Iglesia y por los demás. Sólo ellos dejan huellas que pueden cambiar al mundo. Nuestro mundo necesita santos. Cristo te lo pide, ¡ahora te toca a ti!

¡Vence el mal con el bien!
 
Autor: Francisco Javier Arriola
Fuente:Catholic.net

miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles de ceniza

Palabras de Juan Pablo II sobre el miércoles de ceniza (pronunciadas el 16-2-1983)

El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo


webcatolicodejavier.org

martes, 21 de febrero de 2012

El reloj cuaresmal

.LA HORA DE LA CONVERSIÓN. Es una llamada a redescubrir  nuestro origen. A poner en hora nuestra vida cristiana. No es tanto un esfuerzo personal cuanto, de nuevo, ir al encuentro de Aquel que nos ama.
.LA HORA DE LA VERDAD. No caminamos hacia la nada. El tiempo de cuaresma nos pone en órbita hacia la Pascua. Nuestro final definitivo no es la gran mentira en la que viven sumidos muchos hombres. Nosotros, porque Cristo nos lo aseguró con su propia existencia, sabemos que hay una gran Verdad: la vida de Jesús y sus promesas.
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.LA HORA DE LA CARIDAD. Sin obras, nuestra fe, queda coja. Pero, nuestras obras sin referencia a Dios, pronto se agotan. Pueden derivar incluso en el puro humanismo. La hora de la caridad cuaresmal nos centra en Aquel donde nace el paradigma del amor: Cristo.
.LA HORA DEL SILENCIO. El silencio es un bien escaso. No se encuentra en cualquier lugar ni se compra en cualquier establecimiento. Una campana, una iglesia abierta….pueden ser una llamada a poner en orden lo que tal vez llevamos atrasado: la visita con el Señor. La oración.
.LA HORA DE LA PALABRA. ¿Cómo podemos encontrar el camino si no dejamos que el Señor nos lo indique? El reloj cuaresmal nos hace llegar con prontitud a la escucha de la Palabra. Es un tiempo de audición de lo santo, de captar aquello que es esencial para nuestra fe.
.LA HORA DEL AYUNO. Acostumbrados a mirar al reloj para la hora de la comida, la cuaresma, lo paraliza. Nos hace comprender que, la ansiedad, no es buena consejera para tener hambre de Cristo. Es un buen momento para ayunar de excesos, malos modos, blasfemias, odios, ingratitud, preocupaciones, críticas…..
.LA HORA DE LA PENITENCIA. Nos gusta el llano y antes que una simple carretera preferimos la autopista. La cuaresma nos recuerda que el sacrificio nos mantiene vigorosos, lo mismo que el entrenamiento hace grande  y fuerte a un futbolista. Rectificar es de sabios y moderar ciertos comportamientos nuestros nos pueden encaminar a identificarnos más con Cristo.
.LA HORA DE LA CONFESIÓN. Hasta la mejor prenda necesita, de vez en cuando, ser llevada a una buena lavandería. Nuestras almas, en las que se encuentra impreso el sello de Hijos de Dios, tienen derecho a ser puestas a punto. La hora de la confesión nos facilita un nuevo rostro: la alegría de sentirnos reconciliados con Dios y con nosotros mismos.
.LA HORA DEL HERMANO. El encuentro con Jesús empuja al abrazo con el hermano. No podemos observar el reloj cristiano y, a continuación, olvidarnos de las horas amargas en las que viven los que nos rodean. Poner a punto nuestra vida cristiana nos exige ayudar a aquellas personas que quedaron rezagadas en la felicidad, en el bienestar o en el amor.
.LA HORA DEL CORAZÓN. Las prisas y los agobios, el estrés o el ritmo de vida que llevamos…presionan en exceso la serenidad de nuestro corazón. El reloj cuaresmal procura que, el corazón, vaya despacio, medite, reflexione, ame y se oxigene a la sombra del Corazón de Cristo.
.LA HORA DE LA MISA. Frecuentemente señalamos el reloj y preguntamos ¿y si tomamos un café? El reloj cuaresmal nos interpela ¿y por qué no una eucaristía diaria? Nunca, en tan poco tiempo, se nos ofrece tanto: acogida, perdón, calor, palabra, fuerza, silencio, amor, paz interior y poder saborear lo que sólo Jesús nos puede dar: su Cuerpo y su Sangre.


Fuente:http://revistaecclesia.com

lunes, 20 de febrero de 2012

Mensaje diario sobre la oración

Estamos en guerra. 
“A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla”.
(Diario #146 – Santa Faustina Kowalska) 
Comentario: 

Desde la rebelión de Lucifer, existe una gran batalla entre el Bien y el Mal, y los hombres estamos implicados en este combate, aunque no lo queramos, porque por ser imágenes de Dios, el demonio nos odia sobremanera y sólo los que oran incesantemente pueden salir sanos y salvos de esta gran contienda.
No dejemos nunca el arma de la oración, porque estaremos perdidos en poco tiempo, ya que al dejar la oración, nos vamos entibiando en el fervor y comenzamos a ocuparnos y preocuparnos sólo por las cosas de la tierra, los bienes materiales, y así perdemos el camino que lleva al Cielo.
Si Jesús, que es Dios, quiso orar mucho, siendo que Él no lo necesitaba; ¡cuánto más nosotros, pobres hombres necesitados de todo, debemos orar para pedir a Dios todos los auxilios necesarios para pasar bien la prueba de la vida, que siempre nos puede sorprender, y si no estamos preparados con una vida de oración, nuestra ruina espiritual será muy grande!
No hablemos tanto de oración, sino más bien practiquémosla, recemos cada día.
Si se nos hace difícil, arranquemos al menos con el rezo de las tres avemarías al levantarnos y al ir a acostarnos. Luego sigamos con el rezo de un misterio del Rosario, hasta que podamos ir rezando cada vez más hasta llegar al Rosario completo.
Ya lo dijo San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva y el que no reza se condena”. ¿Necesitamos algo más claro para entender la importancia capital de la oración?

Fuente: santisimavirgen.com.arg

domingo, 19 de febrero de 2012

No te olvides de mi

 Oración

Señor, ayúdame a decir la verdad
delante de los fuertes.
Y a no decir mentiras
para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás
por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo,
y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo.
Ni en la desesperación si fracaso,
más bien recuérdame que el fracaso
es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito,
Déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, no te olvides de mi.

Amén


Fuente:http://www.padrealbertohurtado.cl

viernes, 17 de febrero de 2012

Mensaje de S.S Benedicto XVI para la cuaresma 2012

13 febrero 2012


MENSAJE DE S. S. BENEDICTO XVI PARA
LA CUARESMA 2012
«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y
las buenas obras» (Hb 10, 24)
Miércoles de Ceniza: 22 de febrero de 2012
* * *
Cuaresma 2012Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP. XVI

jueves, 16 de febrero de 2012

Premio Liebster para,  Rincón de la Esperanza!

Xhonane Olivas, autora del blog  Familia Católica, me ha dado una hermosa sorpresa al entregarme el premio Liebster
Liebster es una palabra en alemán, que según la definición que acompaña este premio, quiere decir "querida(o), amada(o) o favorita(o)". La idea de este premio es apoyar a blogs que tengan menos de 200 seguidores para que puedan crear más conexiones y que otros blogs los conozcan.

 Xhonane, educa a sus hijos en la fe, y su blog está relacionado con el homeschooling...la sigo muy de cerca, me ayuda muchísimo con sus ideas,  para con éste blogs...y muy especialmente para compartirlas con las chicas del  Club Vainillitas... Gracias por todo amiga!!!

 Es espectacular la idea de este premio, y  tambien es un honor para mi apoyar a otros blogs de ésta manera.

Estas son las reglas a seguir:
- Agregar el botón a tu blog
- Seleccionar a 5 personas y dejarles un comentario de que han recibido un premio.
- Animar a tus lectores a que visiten los blogs que has escogido.

 a continuación los cinco blogs

 *  Claudio, ...              Más allá del Desierto
 *  Felicitas,...             Serviam!
 *  gosspi,....               Alegria de Dios
 * Julieta de Jesús,... Una Julieta de Jesús 
 * Rosario,...               Rosario


Espero los visites y les muestres tu apoyo dejándoles un comentario!
 
DIOS LOS BENDIGA!!!

domingo, 12 de febrero de 2012

Abre nuestros ojos Señor





Abre nuestros ojos, Señor,
para que podamos verte a ti
en nuestros hermanos y hermanas.
Abre nuestros oídos, Señor,
para que podamos oír las invocaciones
de quien tiene hambre, frío, miedo,
y de quién está oprimido.
Abre nuestro corazón, Señor
para que aprendamos a amarnos los unos a los otros
como tú nos amas.
Danos otra vez tu Espíritu, Señor,
para que nos volvamos un sólo corazón y una sola alma
en tu nombre. 

Amén.

 Autor: Liturgia de las horas
 Fuente:devociones.org/

sábado, 11 de febrero de 2012

Magnificat


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
por el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

 oracionescatolicas.org
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