San José,
que no buscaste tu gloria
sino servir en todo a Dios,
enséñanos a trabajar
como tú
en la sombra,
en segundo plano,
en lo sencillo de cada día,
para que,
a través de nosotros alguien pueda ver a Jesús
San José,
que no buscaste tu gloria
sino servir en todo a Dios,
enséñanos a trabajar
como tú
en la sombra,
en segundo plano,
en lo sencillo de cada día,
para que,
a través de nosotros alguien pueda ver a Jesús
San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968)
capuchino
Palabras de Padre Pío, X (Paroles de Padre Pio, Salvator, 2019), trad. sc©evangelizo.org
¿Señor, dónde estabas tú cuando mi corazón era tan atormentado?
-Yo estaba en el medio de tu corazón - repuso el Señor-
Ah, Señor_ replicó Catalina_ Tú eras la eterna verdad y yo me inclino humildemente ante tu majestad, pero ¿cómo puedo creer que estabas en mi corazón cuando este estaba lleno de tan detestables pensamientos?
-¿Te dieron esos pensamientos agrado o dolor?
-Una tristeza y pena excesivas.
-Estuviste apenada y sufriste porque yo estaba oculto dentro de tu corazón. Si yo no hubiese estado allí, esos pensamientos habrían penetrado dentro de tu corazón y te habrían llenado de alegría, pero mi presencia te los hizo insoportables; tuviste la voluntad de rechazarlos porque estaban allí a pesar tuyo y precisamente porque no conseguías rechazarlos se te llenaba el alma de tristeza. Yo obré sobre tu alma y te defendí contra tu enemigo. Yo estaba dentro de ti y permití esos ataques porque podían resultarte útiles para tu salvación. Cuando hubo pasado el tiempo que yo había fijado para la prueba, te envié mi luz y las sombras del infierno se disiparon, porque el demonio no puede resistir la luz... Porque tú aceptaste esa prueba de corazón, te libré al fin de ella con mi presencia... Lo que me agrada no es la aflicción en sí misma sino la voluntad con que se soporta
Montserrat, deja que tu espiritualidad se extienda por esas cimas en las que la Virgen dejó su huella el nombre de esas montañas.
Derrama, por tus laderas, ese beso que Dios dejó en tus cumbres y siéntete privilegiada por ser ese lugar que la Virgen eligió para cubrir de amor a las tierras catalanas.
“Montserraaaat, Montserraaat,….”,
¿No oyes el eco de esos vientos que serpentean por tus alturas, soplos divinos que Dios deja en las almas?, ¿no es verdad, que quien a ti llega, vuelve pleno de fe y piedad?
Montserrat, tuviste la fortuna de regalar una advocación a la Madre de Dios, elegida para que en ti se respirara la fe, agraciada con el honor de que la Virgen te eligiera como cuna y Patrona de las tierras catalanas.
Montserrat, ábrenos tus entrañas para que ellas revivamos esos momentos en los que Dios dejó en tus cumbres la divina huella de su Madre: la Virgen de Montserrat.
«He aquí que la misma Virgen y esclava del Señor es también llamada Madre. Ella es verdaderamente su Madre porque, en su seno, Él se hizo hombre por obra del Espíritu Santo y de su carne»
San Ambrosio
No, no necesitas que una persona te diga lo mucho que vales.
Ya hay alguien que te demostró todo tu valor en la Cruz.
Oh mi buen Maestro, Jesucristo, estaba yo sin ningún auxilio, no pedía nada, y ni tan sólo pensaba en ello, y tu luz me ha iluminado durante la noche... Tú has alejado de mi el peso que me hundía, tú has repelido a los que me asaltaban, tú me has llamado con un nombre nuevo (Ap 2,17), tomado del tuyo, el nombre de cristiano. Yo estaba ya sin fuerzas, tú me has levantado. Me has dicho: «Confianza, Yo te he rescatado, Yo que he dado mi vida por ti. Si quieres unirte a mi, te liberarás del mal y del abismo en el que estás metido, y te conduciré a mi Reino...»
Si, Señor, ¡tú lo has hecho todo por mí! Yo estaba en las tinieblas y no sabía nada..., yo bajaba al abismo de la injusticia, estaba caído en la miseria del tiempo para caer más bajo todavía. Y en la hora en que me encontraba sin ayuda ninguna, tú me has iluminado. Sin que ni siquiera te lo pidiera, me has iluminado. En tu luz he visto lo que eran los otros y lo que yo mismo soy...; tú me has dado la confianza en mi salvación, tú, que has dado tu vida por mí... Lo reconozco, oh Cristo, me debo del todo a tu amor.
San Anselmo (1033-1109)
benedictino, arzobispo de Canterbury, doctor de la Iglesia
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